En el mismo bote
Gobierno e inversión privada, una relación crucial.
Por: Augusto Álvarez Rodrich
alvarezrodrich@larepublica.com.pe
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Lo que ocurra en el Perú durante el lustro político que empieza dependerá en gran parte –para bien o para mal– de la confianza que se establezca entre el presidente Ollanta Humala y la inversión privada.
Dicha relación aún no está caminando como debería, es decir, en el sentido de construir espacios de confianza mutua que permitan alcanzar objetivos para ambos sectores que pueden ser distintos pero que pasan, sin duda, por rutas coincidentes.
Esto significa, para el gobierno, crecimiento económico con inclusión social. Para la inversión privada, condiciones para el desarrollo de sus negocios. Si es que ello ocurre, la principal ganadora será la población peruana, especialmente la más pobre. Pero si ello no ocurre, la principal perdedora también será la población peruana, especialmente, la más pobre.
Durante la campaña, la relación entre ambos sectores fue muy tensa. Gana Perú preparó un plan inicial que fue considerado por los empresarios –con bastante razón– como una amenaza para la perspectiva futura del país y de sus negocios.
Humala se dio cuenta de ello y de que necesitaba convencer a más sectores para ganar la elección, por lo que empezó a modificar gradualmente sus propuestas. Pero los empresarios desconfiaron del cambio y apostaron con todo por los rivales de Ollanta Humala y en contra de este, llegando, incluso, a bajezas como alquilar periodistas –o despedirlos– para bajárselo.
El entonces presidente Alan García también fue protagonista de dicho esfuerzo. A todo empresario que lo escuchaba, no paraba de repetirle que él tenía el poder de elegir al próximo presidente y, por supuesto, de impedir que Humala ganara.
Tras el triunfo electoral de Gana Perú –y el consiguiente fracaso del sector empresarial– surgieron gestos positivos de ambos lados. Los empresarios transformaron su rechazo por un rostro más cordial y algunos hasta llegaron al disparate de decir que la línea área de bandera era una buena idea.
El presidente Humala, por su parte, fue más allá y ofreció una señal inequívoca del rumbo elegido –muy diferente al que anunció antes de la primera vuelta– al designar a Miguel Castilla y Julio Velarde en el MEF y el BCR, respectivamente.
Sin embargo, el déficit de confianza prevalece y es mutuo. Un sector de la gran empresa sospecha que el presidente Humala podría quitarles sus compañías. Un sector del gobierno ve al empresario como un ser egoísta que gana mucho dinero y contribuye poco por los pobres.
Ambos están equivocados pero esas son sus creencias. Si estas prevalecen, todos perdemos: gobierno, empresas y la población más pobre. Requieren, por tanto, tender puentes, construir confianza, conocerse más para que empiecen a darse cuenta de que están en el mismo bote.
Fuente: Diario La República
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